29 / 09 / 2017
Opinión | Dra. Soledad Tagle
Aki Kaurismaki, director de cine finlandés, nacido en 1957, ambienta sus películas en situaciones cotidianas, monótonas, de pocos colores, más bien grises y personajes de vidas difíciles, angustiantes, absurdas y resistentes, solo con un dejo de humor, de pocas palabras y de mínima expresión de sus emociones. La última película denominada “El otro lado de la esperanza” trata un tema vigente, el de las migraciones, los refugiados, de una forma cruda, a ratos brutal. Sin embargo, al igual que en otras de sus películas como “El Havre” hay dos aspectos que aportan luz a la vida:
Uno es la música en vivo, que sorprende en los bares más sencillos, Kaurismaki muestra su melomanía transportando al folklore de la ciudad y todos los asistentes parecen transportados a su más profundo recuerdo salvador, las miradas y las almas parecen estar en otro tiempo y otro espacio y nadie sale igual a como llegó.
El otro es la solidaridad, el mismo Kaurismaki dice que “Hemos olvidado (yo creo que nunca supimos) que los refugiados son gente que ama y necesita ser amada, que tiene una historia y unos sentimientos, y que sufre. Y sufre sobre todo a causa de nuestra indiferencia, y al trato inhumano que les damos”. Entonces, aparecen personajes aparentemente indiferentes, pero que gratuitamente, sin recibir nada a cambio, arriesgan su vida, esconden al refugiado, lo protegen, lo alimentan, le dan trabajo, le preguntan poco de su vida y pronto comienzan a darle lo que necesita, forman redes invisibles, sólidas e imprevistas para los ojos del espectador. Estas acciones dan esperanza al mundo de las dificultades vitales. Si cada persona, si cada médico o profesional de la salud mostrara solidaridad, el paciente se iría agradecido.
Dra. Soledad Tagle